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Admírate de que tu cuerpo te siga la corriente. Tú le tratas a veces con indiferencia. Él te corresponde como si su fidelidad estuviera a salvo del envejecimiento. Tú le observas troceándolo con tu mirada. Él no entiende de regiones dentro de sí y responde como única geografía para acogerte. Tú pones el énfasis en aquello que crees que funciona como el primer día. Él reclama que no hagas de menos sus espacios más desconcertados. Tu cuerpo te tiene cariño, pero teme no saber concederte en contrapartida aquella entidad etérea que tu talante risueño aún busca en él.