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Los extramuros no fueron nunca expulsión para él. Él se sabe de procedencia exterior, del espacio apagado, del estallido repentino. Tiene asimilado, pues, ese vivir en los márgenes y ese crecimiento perimetral que, no obstante, no le permite tener visión medida de su superficie ni de su volumen. Diríase, por lo tanto, que es el eterno y conspicuo corredor de los bordes de la vida.