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Viollet-le-Duc, el restaurador francés, propone otra alternativa. Observar y pensar. Contemplar y pensar. Meditar y pensar. Disfrutar del paisaje: de lo aparente, de las ideas, de las representaciones múltiples de la vida. Para él la visión de la ciudad condensa todo y amplía el ejercicio. Propuesta rompedora: no es un hombre el que mira, sino una proyección interior de cualquier hombre. La apariencia monstruosa no viene de fuera, la llevamos con nosotros. Pero lo monstruoso no significa crueldad o fealdad necesariamente. Simplemente es una alteración. Somos otros cuando contemplamos y escuchamos los ritmos que laten fuera.