181.


La libertad de pensar es también la libertad de obligar al pensamiento a que ofrezca espacios donde crezca y proporcione frutos. Un pensamiento enclenque y débil proporcionará escasos bienes al que lo cultiva. No basta lanzar ideas si no se sitúan y después se desarrollan. Como tampoco es suficiente que se desenvuelvan alocadas e imprecisas. Ahí, las palabras prefijadas aturden nuestros pensamientos. Provocan que una palabra anterior se imponga a una idea, cuyo carácter debe estar marcado por el concepto. Nunca por el tópico, ni por el prejuicio ni por lo que se da como correcto por las buenas.