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El símil le conduce a lo físico. Medita entonces sobre la lectura ferroviaria. No sobre libros de tema ferroviario, que podría, los hay y apasionantes, sino porque se deja llevar en su butaca por el argumento del libro elegido. ¿Cuánto lee de seguido? ¿Cuántas interrupciones no tienen lugar? ¿Se pierde del texto a propósito? ¿Se aparta del viaje de las letras para satisfacer la mirada? ¿Combina observación externa con el desarrollo de la narración? Tanta mezcla ¿no genera un nuevo relato en su imaginación? Un viajero de larga distancia se acomoda perezosamente en su asiento, extiende las piernas, apoya los codos en los brazos de la butaca mientras sujeta un libro donde se cuenta la historia de un viajero que se dirige a una ciudad lejana...Sueña un cuento que empiece de manera análoga antes de retomar una y mil veces la lectura mientras el tren atraviesa llanuras.